jueves, 3 de mayo de 2012

República Checa!!

Por mi último cumpleaños antes de la losa de los 30, mi chica me sorprendió con algo que llevaba echando de menos muchos meses, cabalgar de nuevo!! No sabía yo que alquilaban tan a la ligera aquí motos deportivas, pero se lo montó para que me la dieran, una GSXR 1000 2011 con 3.000 kilómetros: nueva, vamos.



El alquiler se produjo cerca de Chemitz, casi en la frontera checa, lo que nos daría para ver una buena parte del país sin hacer muchos kilómetros en el incómodo misil. El plan era Praga, donde ya habíamos estado, Pilsner y Karlovy vary. Como la moto la recogíamos no antes de las 14, madrugamos y vimos un par de ciudades alemanas antes, para tachar. Halle y Leipzig, aunque no tenían nada de especial, la verdad.


Montando en la moto como si fuéramos jóvenes, una mochila cada uno, casi 30 grados y una ligera idea del camino, que se diluyó acostumbrados al GPS y demases, pasamos a chequia, volvimos a alemania, nos perdimos, llovió, nos perdimos y dimso palos de ciego hasta que preguntando a la vieja usanza, pero en alemán, enlazamos pueblo con pueblo hasta entrar de nuevo en el país checo, con sus carreteras a medio hacer y su idioma indescifrable. El paisaje era bonito, muy verde y majestuoso, una central térmica o nuclear de tamaño descomunal le daba un toque siniestro y futurista, me creía por momentos Akira lanzado por nuevo tokio, pero ladas y skodas me devolvían a la realidad, que no dejaba de ser agradable. La "autovía" denominada así hiperbólicamente a la que dimos era una lengua de asfalto sin sentido que enlazaba tramos de un sentido con otros de dos, pasos a nivel, rotondas e incorporaciones sin sentido ni cabal que me hacían estar alerta, pero las pequeñas y escasas señales de "praha" iban descontando kilómetros a cada aparición.


Al fin llegamos, de noche, y descansamos y dejamos trastos en el alojamiento, más alto que nuestros techos de Berlín, cuatro metros fácil! y salimos a cenar y dar una vuelta, buscando el búnker que ya buscamos y encontramos en su día en la otra visita, pero esta vez no lo encontramos, así que fracasamos de nuevo. A dormir que habíamos cansineado mucho y dar una vuelta por Praga intentando ver las cosas que no vimos, aunque si hay ciudades que no son para circular en moto de carretera, Praga es una de ellas, llena de adoquines que nos destrozaban los huesos. Alquilamos un patín y navegamos un poco por el río, recogimos las cosas y abandonamos la ciudad de Kafka, invadida por británicos borrachos de despedida de soltero, rumo a Pilsner, en donde se inventó la cerveza de dicho tipo.


Ahora pernoctábamos de nuevo en el centro, pero en vez de en un apartamento, en un Hotel centenario, un vestigio descomunal de otros tiempos prósperos de el país bajo manto comunista. Al día siguiente vuelta por la ciudad y rumbo a la última, Karlovy vary, pero paramos en un pueblecito precioso a meternos un costillar de cerdo antes. Al llegar al destino y nuevamente perdernos, llegamos al cámping-complejo de golf donde teníamos una casita de madera donde descansar un poco y disfrutar de la naturaleza, y más siendo lunes laborable y abril aún, tranquilos verdes y aislados. Tuve que usar un poco más mi alemán para defenderme en una especie de supermercado donde compré comida para parar un autobús por 100 y algo koronas, 6 ó 7 euros al cambio, y volver para el país de las autobahns, en un gran cacharro

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